martes, 12 de diciembre de 2017

Inseguridad

Inseguridad
Doce de diciembre de dos mil quince, hermoso  día soleado; el entusiasmo era evidente, mi madre y mi esposa afinando detalles para el rezo que se había programado en honor a la virgen morena. Mi esposa  me daba la lista de lo que tenía que comprarse en el pueblo de San Juan; era temprano y había que apurarse para que diera tiempo del festejo programado para antes del medio día.
Abordé mi camioneta y enfilé hacia donde iba a hacer las compras. Eran como a las ocho de la mañana cuando llegué al mercado. Compré dos kilos de carne y varios ramos de flores que según mi apreciación los colores de flores que había comprado contrastaban  y pensaba en lo bonito que se iban a ver en los floreros.  __Blancas, amarillas. Moradas, anaranjadas y rojas __me dije__ le van a encantar a mi esposa y a mi madre…__
Acomodé las flores,  la carne para el pozole que se pensaba convidar en el rezo y  subí a la camioneta enfilando hacia fuera de la población. En ese momento una canción de mi preferencia era reproducida por el estéreo  del vehículo. Subí el volumen y continué..
Pasé la entrada que comunica a San Martín, más adelante la entrada a San Vicente. Crucé los topes de la entrada y continué rumbo hacia Acatlán; delante de mi,  iba un carro de carga que llevaba tablas y cosas. Como iba lento, no lo traté de rebasar hasta pasar los columpios de la carretera.
Recién pasé la casa abandonada y derruida cuando distingo en el retrovisor un coche negro. Adentro de aquel vehículo se veía una torreta; esto me indicaba que era un vehículo oficial que prendía las luces para que me detuviera.  En ese momento dudé pero pudo más el respeto a la autoridad y me detuve. Atrás de la camioneta se detuvo el carro negro; hasta ese momento me di cuenta que era marca Mazda por el logo de metal que ostentada al frente. De él bajaron dos individuos que se acomodaron sus respectivas armas y dos más se quedaron en el interior del vehículo.
__Buenos días oficiales, ¿en qué puedo servirles?
__Buenos días__ me contestó el más alto de tez blanca,  mientras se acomodaba el pelo enmarañado que le caía en la frente.
__¿Sabe?__ continuó__ somos de la AFI y estamos verificando los vehículos que pasan por aquí. ¿Me permite sus papeles? Me di cuenta que sus placas son de otro estado.
__Si oficial, pero mi camioneta está en regla, fue financiada, y puede comprobarlo en la agencia de automóviles __contesté, mientras le entregaba la tarjeta de circulación y mi licencia de conducir.
__Voy a verificarlo en la red móvil, permítame tantito.
Tomó mis documentos y se dirigió hacia el vehículo negro. Mientras regresaba, hice plática con el otro tipo. Pelo lacio, bigote bien recortado, moreno y de menor estatura que el anterior __¿andan de guardia oficial?__ si, es que ha habido muchos robos de vehículo__ me contestó.
El individuo alto regresó y me dijo: __Su matrícula no aparece, va a tener que acompañarnos a la comandancia__ Oiga jefe pero yo tengo prisa, tengo un compromiso con mi familia…bueno…
Eché a andar el motor.  Ellos se apresuraron a subirse; el alto se ubicó en el lugar del copiloto y el otro en el asiento de atrás.  __Bueno, para donde jalamos__ pregunté un tanto molesto.
__Siga derecho yo le aviso__ dijo el alto__.
Cuando escuché la respuesta, un escalofrío me recorrió en la espalda.  Sabía que en la ruta que dijeron era pura serranía, no podía haber una comandancia. Pero ellos no sabían que conocía la ruta. El palpitar de mi corazón estaba acelerado, pero controlando mi emoción les dije:
__No amigos, yo no voy a ir para ese rumbo… aquí el pueblo más cercano es San Juan, así que nos vamos para allá.
En mi cabeza empezaron a fluir los pensamientos; muchas cosas pasaban por mi mente como una televisión que no para las imágenes. Completamente molesto di el arrancón para dar vuelta en “U” pero como la carretera es angosta, me detuve para dar reversa. En ese preciso instante pude ver de reojo como cruzaron una mirada entre ellos. Simultáneamente desenfundaron sus armas y el que iba a mi derecha dijo.
__Aquí no se va a hacer lo que tú quieras pendejo, sino lo que nosotros queramos___
La camioneta quedó atravesada en la carreta, yo sentía el frío del metal  de la pistola reglamentaria que estaba sobre mi cabeza. El hombre de atrás se bajó rápidamente mientras el que me apuntaba abría la puerta derecha, todo sucedía de una manera tan rápida que en mi mente se aglutinaban las ideas más locas. __¡No me hagan daño!__ Les grité__ Si quieren la camioneta, llévensela pero por favor, no me hagan daño.
__ ¡Cállate pendejo! O te matamos aquí mismo__ decía el que me apuntaba mientras me daba el primer golpe en el hombro con la cacha de la pistola.
La rabia y la impotencia hacían presa de mí, el primer golpe que me dieron hizo que mi agresividad saliera. Pensé, >si tan solo tuviera la oportunidad de agarrar un tranchete y un estilete que escondía abajo del tapete<  Se abre la portezuela de mi lado y se sube el individuo que estaba en la parte trasera…me empuja hacia el lado derecho de la camioneta mientras el de la derecha me jalonea. Enardecido les grito  mientras me afianzaba del volante.
__¡Órale pendejos, no sean hijos de su puta madre!__
 Fue inútil, la fuerza de los dos y los golpes de las pistolas de ambos me debilitaron.  Me jalaron y en eso mis zapatos se atoraron en la palanca de velocidades.
__Órale bueyes,  me van a romper el pie__ les gritaba.
 __Nos vale madres, pendejo y ¡cállate jijo de la chingada!__ decían mientras me propinaban más golpes.
Entre los dos me pasaron al asiento de atrás. Primero el que me iba a cuidar y después yo. El más alto cerró la puerta, se subió al lugar del conductor y condujo la camioneta por la carretera.
El que me iba cuidando en la parte de atrás suavizó su actitud y dijo:
__Contrólese señor, si coopera no le vamos a hacer nada. __Agáchese __dijo.
Después que me embozó mi propio chaleco en la cara, yo obedecí; me obligó a tomar una posición fetal donde mi frente y mis rodillas tocaban el piso de la camioneta. No podía ver nada, mi frente y toda mi cara se llenaban de sudor mientras sentía el cañón de la pistola en mi espalda.
__No le vamos a hacer nada_ continuó el hombre__. Lo que pasa es que necesitamos su camioneta para un trabajito; usted va a recuperar su camioneta. Puede ir a Tepexi a poner la denuncia y va a aparecer. Nada más terminamos el trabajo  y la abandonamos.
Mientras él hablaba mi mente seguía trabajando a una velocidad inimaginable. Ya me había percatado que con violencia no iba a conseguir nada así que decidí cambiar de estrategia.
__Señor… yo no estoy bien… soy diabético… y en estos momentos siento que voy a colapsar… Creo que me voy a desmayar… por favor… ayúdeme…
El hombre, con voz pausada, como si fuera un protocolo siguió diciendo:
__Mire usted va recuperar su camioneta, nada más diga en la denuncia que el auto era un Jeta negro, ya le dije que la queremos para un trabajito__. Mientras decía esto me esculcaba los bolsillos. Me sacó la cartera, llaves y monedas. Reloj y lentes.
__¿Dónde está su celular?__ preguntó__. No tengo celular señor.
__¿Cómo no va a tener celular?__
__Es verdad, búsquelo si quiere, pero le juro que no tengo celular__
__Dice que no tiene celular, búscalo en la guantera__ le dijo al que iba manejando. Después que buscó dijo: __Es verdad aquí no hay nada.
__¿Es usted casado? __preguntó el hombre que casi estaba sobre mi cuando revisaba mis cosas.
__No__ le contesté.
__¿Y su esposa?__ volvió a preguntar__
__Hace tiempo que nos divorciamos y no he vuelto a saber de ella.
__No me mientas.
__Es la verdad señor, ¡Me siento mal!...  Ay, Ay… me voy a desmayar…
__¿Dónde vives?__
__En el sureste.
__¿Qué haces aquí?
__De paseo señor… Ayúdeme por favor… me siento muy mal…
__¿Tiene GPS tu camioneta?
__No señor.
__¿Está asegurada?
__No
__Y ¿estos papeles de seguro que cargas aquí?
__Son de un seguro viejo cuando compré la camioneta. Ayy… Ayy…  me siento mal…
Desde el momento que no pude ver hacia donde nos dirigíamos, concentré mi atención en el tipo de camino. Seguimos la carretera pavimentada, y después de unos minutos se desvió hacia un camino de terracería. No podía verlo pero el movimiento de la camioneta me ayudaba a percibirlo. Cuando íbamos por terracería el que iba manejando despotricaba.
__¿A quien chingaos se le ocurrió que fuera en este lugar?__
La camioneta se bamboleaba por las piedras. Seguimos unos minutos y se detuvo. El hombre que me cuidaba me dijo:
__Mira,  nos vamos a bajar de la camioneta, te voy a acomodar el chaleco de manera que puedas ver donde caminas. Pero  no intentes quitártelo porque la vas a pasar mal.
Me acomodó el chaleco de manera que solo pudiera ver a través de una manga. De inmediato me di cuenta que era un terreno pedregoso de piedras calizas. Palmas y arbustos veía en el trayecto del camino. Los dos hombres iban a mis flancos. Durante todo el tiempo me dijeron que colaborara que no me iban a golpear. Por mi parte yo adopté una actitud quejumbrosa de alguien que no tenía fuerzas ni para caminar.
Después de caminar buen trecho, escuché que dijeron __Aquí está bien__ 
Al escuchar esa expresión mi sentir se agudizó y mi cerebro se preparó para sentir los impactos de bala. Más sin embargo no fue así; el hombre que siempre me había custodiado se acercó y me dijo:
__Siéntate, no te muevas, quédate quieto o te quebramos.  Yo le obedecí.
__Ahora te vamos a amarrar y te quedas quietecito.
Yo llevaba  tenis con cordones largos; el hombre desató el cabete izquierdo y me obligó a juntar las manos. Ya que tenía amarradas las manos, desato el otro cabete y me amarró los pies.
En ese momento me preocupaba mi familia. Esto pintaba como un secuestro, la situación se definía como tal. 
No se si ya estaban ahí o llegaron tras de nosotros; de pronto escuche voces. Voces diferentes a los que me habían agarrado. No se si eran los del Mazda negro o eran otros que esperaban ahí. De lo que si estoy seguro es que era el jefe de la banda.
De manera prepotente me dijo una voz desconocida:
__¿Dónde está tu celular?__ No tengo le contesté y uno de los hombre dijo que ya lo había comprobado.
__¿Cuánto traías de dinero?__
Mi estrategia era hacerlos creer que estaba muy enfermo, así que mi voz era apenas audible.
__Como dos mil quinientos pesos__
__Dime la verdad y habla más fuerte__ me dijo con voz agresiva.
__Señor, yo traía más dinero pero compré flores y carne. Calculo que eso me quedó,. Y si no pregúntele a los que revisaron mi cartera.
__Es cierto, no trae más dinero__. Se oyó la voz de quien revisó mi cartera.
__ ¿Y lo del seguro?
__Mi camioneta no está asegurada. Esos documentos son de un seguro viejo que compré cuando me financiaron la camioneta, pero  en estos momentos no está asegurada.
Así como llegaron se fueron. Minutos más tarde escuché un ruido de auto que se iba.  Yo pensé que se habían ido todos. Me quise mover pero mis custodios me dijeron:
__No te muevas, porque si te mueves te matamos. Dijo uno.
__Mira, aquí vamos a cuidarte así que quédate quietecito y no te va a pasar nada. Dijo el otro.
El hombre que me mantuvo inmóvil en la camioneta se acercó y me dijo:
__Mira, para que veas que no somos tan mierdas, aquí te dejo tun reloj, también tus llaves y tus lentes. ¡Ah!  También tu cartera. Y ni se te ocurra moverte porque te desaparecemos.
Pasaron unos minutos; no se oía ningún ruido, quise moverme y la voz autoritaria me volvió a recalcar que si me movía me iban a matar.
Dejé correr el tiempo, al cabo de unos minutos oí el sonido de un vehículo. Sin duda de la camioneta, pero dejé que pasara el tiempo.
La espera me había hecho sudar y ya no se escuchaba ningún ruido. En ese  momento decidí arriesgarme; empecé a moverme y ya nadie me habló así que seguí moviendo la cabeza para liberarme del chaleco. Logré tener visibilidad, entonces  comencé a tratar de liberarme primero de las manos. ¡Lo conseguí!
 Ya con las manos libres desaté mis pies.  Empecé a acomodar mis agujetas en mis tenis; recogí mis llaves mis lentes y mi cartera. Lo primero que pensé fue en mi familia por la posibilidad de que pidieran rescate o con la camioneta pedir que alguien de mi familia los acompañara. Ya arreglado me levante, miré para orientarme y descubrí que estaba en la cima de un cerro que le llaman “el gavilán”. En la parte baja se distinguía la carretera, así que enfilé hacia allá.
Al revisar mi cartera me di cuenta que estaban mis documentos personales. pensé en usar unas monedas que traía en uno de los bolsillos, pero descubrí que también me las habían robado.
A lo lejos una camioneta roja transitaba hacia Acatlán. Le hice la parada, dudoso se paró.
__¿Señor qué le pasó?
__Me acaban de robar mi camioneta. ¿Va para Acatlán?
__No, voy a Santa Cruz , lo llevo hasta allí.
__Gracias
__¿Y cómo fue?
A grandes Rasgos le conté mi odisea. El se puso furioso porque unos días atrás habían atacado a su hermano. Yo sentía seca la boca, le pedí agua pero no llevaba. Seguimos conversando hasta llegar a la comunidad donde trabajaba su compañía.
En esa comunidad de casualidad encontré a un familiar que me ayudó a contactar las autoridades para que por medio de radio se avisara sobre la camioneta robada. Así se hizo. La autoridad me recomendó que hiciera la denuncia en Tepexi.

Mi sobrino pagó una camioneta para que me llevara donde me esperaba mi familia. Ya para esos momentos eran presa de la angustia y cuando les conté esto se llenaron de indignación. Al término del rezo fuimos a presentar la denuncia pero la camioneta nunca apareció.