Inseguridad
Doce de diciembre de dos mil quince, hermoso día soleado; el entusiasmo era evidente, mi
madre y mi esposa afinando detalles para el rezo que se había programado en
honor a la virgen morena. Mi esposa me
daba la lista de lo que tenía que comprarse en el pueblo de San Juan; era
temprano y había que apurarse para que diera tiempo del festejo programado para
antes del medio día.
Abordé mi camioneta y enfilé hacia donde iba a hacer las
compras. Eran como a las ocho de la mañana cuando llegué al mercado. Compré dos
kilos de carne y varios ramos de flores que según mi apreciación los colores de
flores que había comprado contrastaban y
pensaba en lo bonito que se iban a ver en los floreros. __Blancas, amarillas. Moradas, anaranjadas y
rojas __me dije__ le van a encantar a mi esposa y a mi madre…__
Acomodé las flores, la carne para el pozole que se pensaba
convidar en el rezo y subí a la camioneta
enfilando hacia fuera de la población. En ese momento una canción de mi
preferencia era reproducida por el estéreo
del vehículo. Subí el volumen y continué..
Pasé la entrada que comunica a San Martín, más adelante
la entrada a San Vicente. Crucé los topes de la entrada y continué rumbo hacia
Acatlán; delante de mi, iba un carro de
carga que llevaba tablas y cosas. Como iba lento, no lo traté de rebasar hasta
pasar los columpios de la carretera.
Recién pasé la casa abandonada y derruida cuando distingo
en el retrovisor un coche negro. Adentro de aquel vehículo se veía una torreta;
esto me indicaba que era un vehículo oficial que prendía las luces para que me
detuviera. En ese momento dudé pero pudo
más el respeto a la autoridad y me detuve. Atrás de la camioneta se detuvo el
carro negro; hasta ese momento me di cuenta que era marca Mazda por el logo de
metal que ostentada al frente. De él bajaron dos individuos que se acomodaron
sus respectivas armas y dos más se quedaron en el interior del vehículo.
__Buenos días oficiales, ¿en qué puedo servirles?
__Buenos días__ me contestó el más alto de tez blanca, mientras se acomodaba el pelo enmarañado que
le caía en la frente.
__¿Sabe?__ continuó__ somos de la AFI y estamos
verificando los vehículos que pasan por aquí. ¿Me permite sus papeles? Me di
cuenta que sus placas son de otro estado.
__Si oficial, pero mi camioneta está en regla, fue
financiada, y puede comprobarlo en la agencia de automóviles __contesté,
mientras le entregaba la tarjeta de circulación y mi licencia de conducir.
__Voy a verificarlo en la red móvil, permítame tantito.
Tomó mis documentos y se dirigió hacia el vehículo negro.
Mientras regresaba, hice plática con el otro tipo. Pelo lacio, bigote bien
recortado, moreno y de menor estatura que el anterior __¿andan de guardia
oficial?__ si, es que ha habido muchos robos de vehículo__ me contestó.
El individuo alto regresó y me dijo: __Su matrícula no
aparece, va a tener que acompañarnos a la comandancia__ Oiga jefe pero yo tengo
prisa, tengo un compromiso con mi familia…bueno…
Eché a andar el motor.
Ellos se apresuraron a subirse; el alto se ubicó en el lugar del
copiloto y el otro en el asiento de atrás.
__Bueno, para donde jalamos__ pregunté un tanto molesto.
__Siga derecho yo le aviso__ dijo el alto__.
Cuando escuché la respuesta, un escalofrío me recorrió en
la espalda. Sabía que en la ruta que
dijeron era pura serranía, no podía haber una comandancia. Pero ellos no sabían
que conocía la ruta. El palpitar de mi corazón estaba acelerado, pero
controlando mi emoción les dije:
__No amigos, yo no voy a ir para ese rumbo… aquí el
pueblo más cercano es San Juan, así que nos vamos para allá.
En mi cabeza empezaron a fluir los pensamientos; muchas
cosas pasaban por mi mente como una televisión que no para las imágenes.
Completamente molesto di el arrancón para dar vuelta en “U” pero como la carretera
es angosta, me detuve para dar reversa. En ese preciso instante pude ver de
reojo como cruzaron una mirada entre ellos. Simultáneamente desenfundaron sus
armas y el que iba a mi derecha dijo.
__Aquí no se va a hacer lo que tú quieras pendejo, sino
lo que nosotros queramos___
La camioneta quedó atravesada en la carreta, yo sentía el
frío del metal de la pistola
reglamentaria que estaba sobre mi cabeza. El hombre de atrás se bajó
rápidamente mientras el que me apuntaba abría la puerta derecha, todo sucedía
de una manera tan rápida que en mi mente se aglutinaban las ideas más locas.
__¡No me hagan daño!__ Les grité__ Si quieren la camioneta, llévensela pero por
favor, no me hagan daño.
__ ¡Cállate pendejo! O te matamos aquí mismo__ decía el
que me apuntaba mientras me daba el primer golpe en el hombro con la cacha de
la pistola.
La rabia y la impotencia hacían presa de mí, el primer
golpe que me dieron hizo que mi agresividad saliera. Pensé, >si tan solo
tuviera la oportunidad de agarrar un tranchete y un estilete que escondía abajo
del tapete< Se abre la portezuela de
mi lado y se sube el individuo que estaba en la parte trasera…me empuja hacia
el lado derecho de la camioneta mientras el de la derecha me jalonea. Enardecido
les grito mientras me afianzaba del
volante.
__¡Órale pendejos, no sean hijos de su puta madre!__
Fue inútil, la
fuerza de los dos y los golpes de las pistolas de ambos me debilitaron. Me jalaron y en eso mis zapatos se atoraron
en la palanca de velocidades.
__Órale bueyes, me
van a romper el pie__ les gritaba.
__Nos vale madres,
pendejo y ¡cállate jijo de la chingada!__ decían mientras me propinaban más
golpes.
Entre los dos me pasaron al asiento de atrás. Primero el
que me iba a cuidar y después yo. El más alto cerró la puerta, se subió al
lugar del conductor y condujo la camioneta por la carretera.
El que me iba cuidando en la parte de atrás suavizó su
actitud y dijo:
__Contrólese señor, si coopera no le vamos a hacer nada. __Agáchese
__dijo.
Después que me embozó mi propio chaleco en la cara, yo
obedecí; me obligó a tomar una posición fetal donde mi frente y mis rodillas
tocaban el piso de la camioneta. No podía ver nada, mi frente y toda mi cara se
llenaban de sudor mientras sentía el cañón de la pistola en mi espalda.
__No le vamos a hacer nada_ continuó el hombre__. Lo que
pasa es que necesitamos su camioneta para un trabajito; usted va a recuperar su
camioneta. Puede ir a Tepexi a poner la denuncia y va a aparecer. Nada más
terminamos el trabajo y la abandonamos.
Mientras él hablaba mi mente seguía trabajando a una
velocidad inimaginable. Ya me había percatado que con violencia no iba a
conseguir nada así que decidí cambiar de estrategia.
__Señor… yo no estoy bien… soy diabético… y en estos
momentos siento que voy a colapsar… Creo que me voy a desmayar… por favor…
ayúdeme…
El hombre, con voz pausada, como si fuera un protocolo
siguió diciendo:
__Mire usted va recuperar su camioneta, nada más diga en
la denuncia que el auto era un Jeta negro, ya le dije que la queremos para un
trabajito__. Mientras decía esto me esculcaba los bolsillos. Me sacó la
cartera, llaves y monedas. Reloj y lentes.
__¿Dónde está su celular?__ preguntó__. No tengo celular
señor.
__¿Cómo no va a tener celular?__
__Es verdad, búsquelo si quiere, pero le juro que no
tengo celular__
__Dice que no tiene celular, búscalo en la guantera__ le
dijo al que iba manejando. Después que buscó dijo: __Es verdad aquí no hay
nada.
__¿Es usted casado? __preguntó el hombre que casi estaba
sobre mi cuando revisaba mis cosas.
__No__ le contesté.
__¿Y su esposa?__ volvió a preguntar__
__Hace tiempo que nos divorciamos y no he vuelto a saber
de ella.
__No me mientas.
__Es la verdad señor, ¡Me siento mal!... Ay, Ay… me voy a desmayar…
__¿Dónde vives?__
__En el sureste.
__¿Qué haces aquí?
__De paseo señor… Ayúdeme por favor… me siento muy mal…
__¿Tiene GPS tu camioneta?
__No señor.
__¿Está asegurada?
__No
__Y ¿estos papeles de seguro que cargas aquí?
__Son de un seguro viejo cuando compré la camioneta. Ayy…
Ayy… me siento mal…
Desde el momento que no pude ver hacia donde nos
dirigíamos, concentré mi atención en el tipo de camino. Seguimos la carretera
pavimentada, y después de unos minutos se desvió hacia un camino de terracería.
No podía verlo pero el movimiento de la camioneta me ayudaba a percibirlo.
Cuando íbamos por terracería el que iba manejando despotricaba.
__¿A quien chingaos se le ocurrió que fuera en este
lugar?__
La camioneta se bamboleaba por las piedras. Seguimos unos
minutos y se detuvo. El hombre que me cuidaba me dijo:
__Mira, nos vamos
a bajar de la camioneta, te voy a acomodar el chaleco de manera que puedas ver
donde caminas. Pero no intentes
quitártelo porque la vas a pasar mal.
Me acomodó el chaleco de manera que solo pudiera ver a
través de una manga. De inmediato me di cuenta que era un terreno pedregoso de
piedras calizas. Palmas y arbustos veía en el trayecto del camino. Los dos
hombres iban a mis flancos. Durante todo el tiempo me dijeron que colaborara
que no me iban a golpear. Por mi parte yo adopté una actitud quejumbrosa de
alguien que no tenía fuerzas ni para caminar.
Después de caminar buen trecho, escuché que dijeron
__Aquí está bien__
Al escuchar esa expresión mi sentir se agudizó y mi
cerebro se preparó para sentir los impactos de bala. Más sin embargo no fue
así; el hombre que siempre me había custodiado se acercó y me dijo:
__Siéntate, no te muevas, quédate quieto o te
quebramos. Yo le obedecí.
__Ahora te vamos a amarrar y te quedas quietecito.
Yo llevaba tenis
con cordones largos; el hombre desató el cabete izquierdo y me obligó a juntar
las manos. Ya que tenía amarradas las manos, desato el otro cabete y me amarró
los pies.
En ese momento me preocupaba mi familia. Esto pintaba
como un secuestro, la situación se definía como tal.
No se si ya estaban ahí o llegaron tras de nosotros; de
pronto escuche voces. Voces diferentes a los que me habían agarrado. No se si
eran los del Mazda negro o eran otros que esperaban ahí. De lo que si estoy
seguro es que era el jefe de la banda.
De manera prepotente me dijo una voz desconocida:
__¿Dónde está tu celular?__ No tengo le contesté y uno de
los hombre dijo que ya lo había comprobado.
__¿Cuánto traías de dinero?__
Mi estrategia era hacerlos creer que estaba muy enfermo,
así que mi voz era apenas audible.
__Como dos mil quinientos pesos__
__Dime la verdad y habla más fuerte__ me dijo con voz
agresiva.
__Señor, yo traía más dinero pero compré flores y carne.
Calculo que eso me quedó,. Y si no pregúntele a los que revisaron mi cartera.
__Es cierto, no trae más dinero__. Se oyó la voz de quien
revisó mi cartera.
__ ¿Y lo del seguro?
__Mi camioneta no está asegurada. Esos documentos son de
un seguro viejo que compré cuando me financiaron la camioneta, pero en estos momentos no está asegurada.
Así como llegaron se fueron. Minutos más tarde escuché un
ruido de auto que se iba. Yo pensé que
se habían ido todos. Me quise mover pero mis custodios me dijeron:
__No te muevas, porque si te mueves te matamos. Dijo uno.
__Mira, aquí vamos a cuidarte así que quédate quietecito
y no te va a pasar nada. Dijo el otro.
El hombre que me mantuvo inmóvil en la camioneta se
acercó y me dijo:
__Mira, para que veas que no somos tan mierdas, aquí te
dejo tun reloj, también tus llaves y tus lentes. ¡Ah! También tu cartera. Y ni se te ocurra moverte
porque te desaparecemos.
Pasaron unos minutos; no se oía ningún ruido, quise
moverme y la voz autoritaria me volvió a recalcar que si me movía me iban a
matar.
Dejé correr el tiempo, al cabo de unos minutos oí el
sonido de un vehículo. Sin duda de la camioneta, pero dejé que pasara el
tiempo.
La espera me había hecho sudar y ya no se escuchaba
ningún ruido. En ese momento decidí
arriesgarme; empecé a moverme y ya nadie me habló así que seguí moviendo la
cabeza para liberarme del chaleco. Logré tener visibilidad, entonces comencé a tratar de liberarme primero de las
manos. ¡Lo conseguí!
Ya con las manos
libres desaté mis pies. Empecé a
acomodar mis agujetas en mis tenis; recogí mis llaves mis lentes y mi cartera.
Lo primero que pensé fue en mi familia por la posibilidad de que pidieran
rescate o con la camioneta pedir que alguien de mi familia los acompañara. Ya
arreglado me levante, miré para orientarme y descubrí que estaba en la cima de
un cerro que le llaman “el gavilán”. En la parte baja se distinguía la
carretera, así que enfilé hacia allá.
Al revisar mi cartera me di cuenta que estaban mis
documentos personales. pensé en usar unas monedas que traía en uno de los
bolsillos, pero descubrí que también me las habían robado.
A lo lejos una camioneta roja transitaba hacia Acatlán.
Le hice la parada, dudoso se paró.
__¿Señor qué le pasó?
__Me acaban de robar mi camioneta. ¿Va para Acatlán?
__No, voy a Santa Cruz , lo llevo hasta allí.
__Gracias
__¿Y cómo fue?
A grandes Rasgos le conté mi odisea. El se puso furioso
porque unos días atrás habían atacado a su hermano. Yo sentía seca la boca, le
pedí agua pero no llevaba. Seguimos conversando hasta llegar a la comunidad
donde trabajaba su compañía.
En esa comunidad de casualidad encontré a un familiar que
me ayudó a contactar las autoridades para que por medio de radio se avisara
sobre la camioneta robada. Así se hizo. La autoridad me recomendó que hiciera
la denuncia en Tepexi.
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